Los hechos que
relato a continuación, y debo aclarar son
reales, sucedieron en una Clínica en el sur oriente de la ciudad de
Bogotá.
Recién graduada
como medica especialista, manejaba en esta clínica pacientes con problemas
neurológicos, trombosis cerebrales, trastornos de la médula espinal y algunas veces tumores.
Recuerdo muy
bien cuando llego Lazar al piso sexto; era un hombre de 43 años, casado y con dos hijos, su rostro
afable, siempre saludaba no importaba cual fuere su condición de salud.
Y cuando leí su
historia, vino a mi memoria un concepto medico que tenia bien claro desde
estudiante: lo peor que le puede pasar a un ser humano es, un tumor en el tallo cerebral. Y es que en
sitio se controlan la respiración, ritmo
del corazón entre otras funciones. Y además es un sitio en donde es
difícil entrar y extirpar el tumor.
Aun así recuerdo
muy bien que no se escatimaron esfuerzos en Lazar y lo digo en plural por que éramos un equipo de
trabajo grande, de diferentes especialidades. Sus imágenes es decir la
resonancia magnética en donde se evidenciaba el tumor, estuvo de mano en mano
de los mejores y la respuesta siempre la misma:”no hay nada que hacer”.
Al poco tiempo,
Lazar empezó a presentar dificultad respiratoria, alteraciones en el ritmo
cardiaco y el equipo decidió enviarlo para la casa. Y lo confieso yo no quería
despedirme de él cuando se hizo todo el trámite de su salida de la clínica. Era
una frustración infinita, tanta ciencia tanto conocimiento, tanto años de
estudio para decirle a un paciente y su familia que tenían que llevárselo a la
casa a morir.
Lazar durante su
hospitalización nunca perdió el conocimiento, y como ya lo dije antes a pesar
de que su condición de salud empeoraba cada día mas, siempre me saludaba con su
rostro afable. Lo que solo aumentaba mi frustración.
Y no pude
escaparme de esa situación, despedirme de Lazar. Pidió a otros médicos que me buscaran
para despedirse. Me presente a la habitación con un nudo en la garganta y
conteniendo mi llanto y respiración, para mi sorpresa Lazar tenía en sus manos
un pequeño osito rosado, me despedí rápidamente, tome el oso y antes que
pudiera huir, la familia me alcanzo a
decir en el pasillo, “sepa doctora que
nosotros no lo llevamos, pero vamos a entregárselo al Señor y El lo va sanar,
nos vamos a entregar todos en oración”. Yo solo quería salir corriendo,
pero alcance a decirles que estaban en todo su derecho.
Y me fui
pensando que la gente si era ingenua, que seguro alguien les había presentado
alguna cura milagrosa por dinero, bueno muchas cosas pensaban y al mismo tiempo
lloraba. Y es que en ese momento de vida
mi Dios era un concepto, como otros que había aprendido en el colegio
y no entendía lo que El Señor me mostraba.
Durante
aproximadamente dos años Lazar venia constantemente a mi pensamiento
especialmente cuando veía el osito rosado.
Y un buen día un
colega me pide el favor que le llame un paciente para hacerle un examen. Y al leer el nombre pensé que coincidencia,
mire su edad, doble coincidencia y lo llamo,
Lazar y se levanta Lazar de su
silla, si el mismo Lazar que dos años atrás había enviado a la casa para que
muriera. Y me dice: doctora, me recuerda,
voy
a empezar a trabajar, solo tengo en
problema en el oído.
Yo perpleja solo
atine a preguntar¿ y el tumor?. Se me acerco la esposa y me dijo: recuerda que nosotros le dijimos que no lo
llevábamos pero para que el Señor lo sanara, pues mire. El tumor desapareció de
la resonancia”
Yo solo seguí
caminando, me despedí a la carrera y simplemente ¡no entendía!, pues en mi
mente científica, ningún estudio,
investigación explicaban los hechos.
Al poco tiempo
de estos hechos, con otro evento similar
el Señor me llevo a sus pies y ahí si pude entender y entiendo hoy que El es
único dueño de la vida, el único que puede sanar, el único en el que podemos
confiar y entregar nuestras vidas. Y que ese fue un acto de amor de MI SEÑOR con
Lazar, con su familia y conmigo, un acto de amor en el que
me enseño que mi trabajo no es trabajo, es misión, es servicio y que me siento muy conmovida que me haya confiado esta misión de cuidar
sus hijos, y que es una labor que solo puedo hacer con su ayuda y mi entrega.
Juan 10, 10: …”yo he venido para que
tengan vida y en abundancia”
ISHA
Martha Lucía
Dulcey.
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