EL CLUB DE FANS DE…UN CURITA
Bueno aunque no soy muy bueno
para escribir, vamos a hablar de un personaje que al comienzo de su “carrera”
pasa muy desapercibido, pero cuando se vuelve “famoso” todo el mundo lo aclama,
lo interesante de este personaje es que no se da mucha publicidad, no sale en
las revistas, ni en los periódicos, no le gusta “mojar prensa”, ni sale en la
televisión, pero a pesar de todo hombres y mujeres, niños y niñas, jóvenes y
jovencitas, lo reconocen y lo quieren, se alegran cuando esta, preguntan por él
con afán y lloran sin cesar con su partida, ese personaje es …EL SACERDOTE.
¿Cómo puede ser esto?, pero si ya
vimos que no le gusta llamar la atención, no sale en los medios de comunicación
social, ni siquiera es famoso por que lo entrevisten, entonces ¿Dónde surgen
esas “fanaticadas” que ni una estrella de la televisión o de la música
lograrían conseguir?
Si, el sacerdote, este hombre
callado y recogido, que no congrega masas en la plaza pública (como los
políticos de antaño) reúne grandes cantidades de personas en torno a la Palabra
de Dios los Domingos, festivos y feriados. Aunque no promueve grandes eventos,
pero a través de la venta de empanadas domingueras, rifas, y diferentes
actividades parroquiales logra mover no los bolsillos, sino los corazones de
las personas para que se comprometan con causas nobles.
Aunque no es político, trazas sus
“programas de gobierno” desde el Evangelio y los planes de pastoral, aunque
busca pasar en silencio con su traje clerical o habito, incluso sin ellos
vestido de particular, las personas lo reconocen en la calle y le gritan por
donde va pasando “adiós padrecito”; aunque no firma autógrafos, tiene largas
filas en su despacho, en el confesionario o al terminar las celebraciones
eucarísticas, ya sea para recibir la bendición, una oración por un ser querido
o un consejo u orientación.
Por su carisma y emprendimiento
las personas lo admiran, ante sus palabras se escucha y se obedece, por su
manera de ser todos lo aprecian y lo consideran como hijo, hermano y amigo, y
aunque no tiene hijos todos le dicen Padre.
Cuando lo cambian de parroquia el
dolor y las lágrimas acompañan a esos fieles de la parroquia de donde sale y
surgen las sonrisas de la comunidad parroquial que lo recibe y si es muy
querido por la comunidad, no faltaran las cartas de reclamo al señor obispo o
incluso la “detención domiciliaria” por parte de sus ovejas que no quieren
perder a su pastor.
Y aunque el sacerdote no lo
quiera, así no busque su honor y gloria, sino solamente la del Señor Jesús,
terminara untado de ella, como lo afirmaría el Chavo del Ocho: “fue sin querer
queriendo”. Siempre las personas lo buscaran y lo seguirán, porque siempre
podrán descubrir en su ser y que hacer al mismo Señor Jesús, que vino a llamar
no solo a los justos sino ante todo a los pecadores y que con su vida y ejemplo
les recuerda que Cristo sigue vivo en medio de su pueblo, cumpliendo la
invitación del Papa Francisco: “El pastor debe oler a oveja”.
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