LA
MEMORIA, OTRA VICTIMA DEL SIGLO XX
Por
Carlos Uribe Celis
La educación, como
muchas de las actividades humanas, experimentó una revolución en el siglo XX. En
realidad, de varias formas, esta revolución pedagógica se gesta en la mente de
un filósofo checo (de Moravia) del siglo XVII, Juan Commenius. Commenius, un
pastor protestante de la época de la Guerra de los Treinta Años, cree que todo
hombre y mujer (no solo los nobles ni solo los varones) debe y puede ser
educado. La coeducación debe ser adoptada. El niño, no el maestro, es el centro
del acto educativo. La educación es activa no una imposición sobre un sujeto
pasivo, el niño. Antes que memorización comprensión. No castigos sino
estímulos. Dibujo, ilustraciones y teatro como material educativo. Escuelas
rodeadas de naturaleza, paredes con pintura en los salones. Y educar como acto
para la paz. Todo el espíritu de la educación moderna está en Commenius. O su
visión fue asombrosa o hemos avanzado muy poco desde la propuesta de este
pastor checo.
Rousseau –en el siglo
XVIII- predicó la educación en la naturaleza y una gradualidad en la enseñanza
de acuerdo con el desarrollo natural del niño y del hombre. El sentimiento es
primero que la inteligencia o la razón. La enseñanza debe desarrollarse al
compás del desarrollo de la sensibilidad
del niño. La naturaleza estimula la sensibilidad. A Dios, cree el, se llega
naturalmente, no por la memorización del catecismo, no por las religiones
reveladas (Profesión de fe del Vicario Saboyano).
En el siglo XIX el
suizo Enrique Pestalozzi se opuso al memorismo y predicó una enseñanza por la
actividad, la escuela del trabajo. Observación, intuición, juicio, razonamiento
más que acumulación memorística de conocimientos. Tablitas, fichas, dibujo para
la enseñanza de la matemática y de la escritura al lado de las escuelas
industriales, escuelas vocacionales. Lo importante es el desarrollo moral del
hombre y esta educación se inicia en la familia. Sin amor no hay educación. Amor
del maestro por su oficio. Amor del maestro por el niño. Amor del niño por el
maestro.Educar es hacer posible la paz.
MariaMotessori, una
médica italiana en Roma en el siglo XX
propuso una pedagogía científica proporcionada al desarrollo evolutivo del
niño. El adulto asiste al niño, no lo educa. El niño se educa a sí mismo.
Descubre por sí mismo la importancia de la higiene, la responsabilidad, el
respeto por el otro, cobra interés por el conocimiento de manera autónoma.
Montessori dirigió una escuela de niños marginales y rebeldes y los transformó.
Más tarde en los años
20 del siglo XX apareció el belga OvideDécroly que predicó una escuela “libre”,
amiga de la naturaleza (como en Rousseau), activa (como en Pestalozzi),
autogestionada (como en Montessori). Décroly rechaza los castigos física y la
disciplina férrea. El excursionismo, el escultimo, los Scout Boys es una
consecuencia.
Al día de hoy qué nos
queda de todo esto?Puede responderse, para empezar, que algunas conquistas: la
democratización de la educación. Todo ser humano debe acceder a la educación.
la escuela mixta (coeducación). Un respeto por el niño y por su dignidad. Un
esfuerzo por llamar su atención, por estimular su autoaprendizaje, por seguir
la evolución de su sensibilidad. También
escuelas amables y pensadas para agradar al niño. Esto como ideal.
Sin embargo, hay
igualmente excesos y fracasos. El primer fracaso es que la paz no ha sido el
resultado de esa revolución educativa como lo pretendieron Commenius y
Pestalozzi. Entre los excesos está el que el respeto por el niño derivó con
frecuencia en un “dejar hacer” irrestricto y ultralibertario que deriva en
hombres asociales o delincuentes. La profesión de maestro en Estados Unidos es
hoy una profesión de gran riesgo. Ser maestro en un barrio marginal de una
ciudad del Tercer Mundo plantea serios problemas de seguridad personal.
El énfasis
antimemorísticode la revolución pedagógica moderna se propuso corregir la
educación medieval basada en la memorización de los textos y la educación
antigua en culturas atravesadas por el pathos religioso como la judía o la
védica igualmente dirigida a la apropiación literal de esas escrituras sagradas.
Pero desembocamos hoy en un mundo en que los niños y los hombres han matado,
han desechado o aniquilado, la memoria o
la memorización de manera absoluta y todos se declaran incapaces de memorizar
una línea.
La cultura fue
siempre memoria. Hoy la memoria es una función de las computadoras o de los
chips electrónicos. Los hombres del pasado memorizaban textos, poemas,
refranes. No por eso fueron menos inteligentes que los jóvenes de hoy. En
cambio estos últimos se resienten de una deficiencia mental que los hace
peligrosamente dependientes de los objetos o útiles que los rodean.
Esta condición del
mundo de hoy no solo depende del desarrollo de la tecnología (que memoriza por
usted) sino de la avalancha –tzunami- de información que abruma al hombre de
hoy. Esta información es de dos caras. Una información que podemos llamar
científica. Se puede vivir parcialmente sin ella. Otra información que es de
carácter social. Vivir sin ella es más difícil y son muy pocos los que logran superar
este impase, los que consiguen aislarse. En este último sentido, el mundo se
globalizó. Las noticias cubren el planeta entero y su difusión es una tarea que
empresas multinacionales asumen con la misma voracidad con que toda empresa
capitalista arroja productos para el consumo masivo. Por esta misma razón todo,
la vida entera, pasa como una película
desbocada ante los ojos de un espectador que en gran medida dejo de elegiry por
tanto de ser libre.
Por otra parte, el
celular y sus “aplicaciones” informativas para la socialidad esclavizan al
hombre de hoy haciéndolo creer que lo liberan. Saber todo se convirtió en una
opresión. Saber todo sobre lo que viven “nuestros” otros, nuestros amigos, cada
instante de su existencia, cada palabra, cada pensamiento, cada decisión, cada desplazamiento
de ellos. Que si no te enteras, dónde
estás, pues? No es ello un desacato? Una desatención? Un desplante? El
resultado es que la soledad, ese estado sublime y profundamente vital de la
existencia, se convirtió en la última especie en extinción. La soledad es el
ámbito del espíritu. No solo la vida planetaria está muriendo. También el
espíritu. Y la memoria, esa riqueza ancestral de la mente se delegó a un objeto
que recibe nombre de componente interno o de la CPU (Central ProcessinUnit) del ordenador: “memoria” RAM, “memoria” ROM,
“memoria” FLASH. O nombre de componente periférico: “mmemoria” USB (Universal Serial Bus).
Aquí el término
“memoria” es realmente una usurpación, es una voz impropia, se trata solamente
de “almacenamiento de datos”, en el mismo sentido en que en las bodegas de
productos de la sociedad de consumo se acumulan mercancías de compraventa. La
memoria, que sucumbió, víctima del progreso, era algo creativo, activo,
afirmativo, recreativo y gratificante. La vida de hoy ya no es un “correre a la
morte” (una carrera hacia la muerte), como la definió el
Dante, sino, por favor!, una carrera
hacia el Alzheimer.
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