jueves, 21 de abril de 2016

Vi...vencias...Uno y Dos





Uno y Dos (Uno: el Padre y Yo. Dos: orejas y una boca)

En el evangelio de hoy se nos subraya  cómo Jesús pone de ejemplo a las ovejas, que "siendo sus oídos", saben escuchar al pastor. Con un sonido (silbo) las llama, y ellas enseguida reconocen su voz y le siguen. Dice la palabra que él las conoce y nadie se las puede quitar de su mano: es decir, Él las tiene grabadas en sus palmas.

 Vamos a dar unas ideas sueltas de este pasaje:

Una de las características de la oveja es ser mansa, andar en rebaño, ser muy sociable. Casi todo su cuerpo tiene utilidad, sabe obedecer y escuchar a su pastor.

Las mejores características de la oveja es que anda en rebaño, sabe escuchar  y que está en el corral, en comunidad en medio de esta sociedad que nos enseña cada día a ser más y más individualistas. Lo mío es más importante que lo del otro; así, nos promueven que tenemos que ser fuertes, que llegar al fracaso “ni de fundas”, y estas voces o silbos van haciendo estragos en nuestra vida y en los que nos rodean, entrando en un círculo de consumo y “bla, bla, bla”. Pero a la vez, hay otra voz suave que nos dice (si logramos enchufarnos con ella) que se puede estar en  comunidad, compartir, amar, perdonar, servir, ayudar… “veeeeeee”…  a la que está más débil;  dice un proverbio africano que “si quieres ir rápido ve solo, pero si quieres ir más lejos ve acompañado”.

En ocasiones, escuchamos muchas palabras y voces que nos aturden y en el momento de seguir nos aislamos, nos encerramos en la terquedad y en el egoísmo de ser desobedientes. En el día se toman miles de decisiones buenas y malas, pero lo importante es reconocer en qué hemos fallado, y no estar buscando miles de respuestas a preguntas que sólo el Padre sabe y conoce. A nosotros nos corresponde es estar atentos, seguir y saber en qué momento nos llama con su propia voz de pastor para no dejarle pasar y engancharnos con Él. 

Una Píldora de Catecismo

El Catecismo Iglesia Católica, en el numeral 2659 nos dice: 

“Aprendemos a orar en ciertos momentos escuchando la Palabra del Señor y participando en su Misterio Pascual; pero, en todo tiempo, en los acontecimientos de cada día, su Espíritu se nos ofrece para que brote la oración. La enseñanza de Jesús sobre la oración a nuestro Padre está en la misma línea que la de la Providencia (cf. Mt 6, 11. 34): el tiempo está en las manos del Padre; lo encontramos en el presente, ni ayer ni mañana, sino hoy: “¡Ojalá oyerais hoy su voz!: No endurezcáis vuestro corazón” (Sal 95, 7-8)”.

Este es un mensaje que nos regala la Palabra, llamándonos a la unidad. No hay ninguna diferencia entre el Pastor que es Jesús y el Padre, porque ellos son uno. Esta es una invitación a que seamos buenos pastor@s y buenas ovejas, para que también podamos  disipar tantos ruidos, que son como voces de lobos que a cada momento nos quieren desviar del llamado a ser mejores cada día: a la vocación de ser buenos padres, madres, hijos, sacerdotes, y fieles permaneciendo en el mismo redil (en donde tenemos que servir, ayudar y aportar) para entregar lo mejor de nosotros.

Gracias Padre por las buenas voces que hemos escuchado a lo largo de nuestra vida. 

Así sea. 

Alex Hernández G.

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