miércoles, 30 de abril de 2014

Vi...vencias Una Huella para la Santidad

Hermanos del alma, del corazón de Jesús, de la iglesia, de la vida, del camino, del hoy, del ayer y de la eternidad. Dios nos regala un ejemplo para la santidad que todos nosotros conocimos.

Él me regaló un bálsamo a mi corazón en el camino hacia la decisión (por misericordia) de ser un cristiano católico. En el momento de su muerte, como un pagano más, no entendía los últimos momentos de su pontificado como una entrega total, una donación de sí a la iglesia; lo vi como un apego enfermizo al poder y el ejemplo fehaciente de lo que hace la ambición en los hombres. Hablo de Juan Pablo II. Hoy, santo. Doy gracias al Dios de la vida por regalarme un corazón nuevo y una mente nueva. Quiero compartir con ustedes hermanos el sentimiento que nos embarga a todos (que es tal vez lo que mejor puedo compartir). 

No sé de teología, no sé de filosofía. Siento al Señor crucificado y resucitado en mi corazón. No lo entiendo. He aprendido a contar con palabras, discursos bonitos, imágenes lo que nuestra madre iglesia explica tan bien: a los descreídos, a los ateos, a los que creen y lo entienden menos que yo (o el acontecer de su vida los ha ido enfriando en aquello que un día fue fascinación pero como la parábola del "sembrador" cayeron en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotaron pronto, porque no tenían profundidad de tierra; pero salió el sol y se quemaron; y porque no tenían raíz, se secaron). Evangelizar es todo lo que mi ser puede pensar, soñar, crear, creer y sentir. Trabajar por la dignidad del ser humano. Porque somos dignos de existir a pesar de lo que nos cuenta la historia de la condición humana. Tenemos un Dios que nos amo y nos ama en esperanza. Nos conoce y,  aún así, espera de nosotros (escribiendo esto inevitablemente sale una lagrima. Les dije que iba a compartir lo que siento). Esto, como infinidad de veces lo hemos escuchado, no da espera. Esa llama que arde en ustedes y que hoy los lleva a ser lo que son sueña con no extinguirse jamás. Alumbrar es el único destino de ella. Dios nos llamó para que esa llama encienda a otras y nos haga vivir la felicidad haciendo felices a otros. La iglesia es la hoguera donde mi llama sueña crecer. Ustedes son la iglesia viva. Hoy hay resurrección y hay esperanza. Alguna vez le escuche decir a un amigo: “Esperanza es una espera que avanza.

Karol Wojtyla (San Juan Pablo II) es un hombre, como lo fueron innumerables santos y santas; inspirador, encantador, carismático, cercano… Nos enseñó la humildad y la dulzura a través de su mirada; el trabajo a través de sus manos y el amor a través de su apertura y entrega.
Hoy no solamente celebramos un acontecimiento solemne. Celebramos una forma más en que Dios se manifiesta a los hombres y mujeres. Dios se glorifica en nosotros. Sin los seres humanos no habría consciencia de la gloria de Dios ¿Quién puede dar gloria al Creador sino el hombre?
¡Sí se puede hermanos! Dejemos que la acción de Dios nos cobije y nos mueva.
Alguna vez leí una oración de San Vicente Palotti, con ella quiero terminar este escrito:

“Señor Jesús: en los momentos de fragilidad de cualquier hermano o hermana libéranos de actitudes de autosuficiencia, de cualquier forma de “puritanismo” y del temor de mancharnos las manos, como muchas veces te las manchabas Tú. Haz que podamos ser redes de protección y solidaridad, poniéndonos al lado de cualquier persona como simples compañeros de viaje. Ciertamente no podemos resolver la triste realidad de nuestros hermanos y los distintos dolores de la vida, pero podemos hacer juntos una porción del camino, conscientes de estar también nosotros cargados de fragilidad e igualmente necesitados de tu benévola misericordia y ternura de Padre”. Amén.

Gracias a Dios por la vida de los santos y santas. Gracias hermanos porque en mi arde el deseo de ser uno ¿Cuánt@s más se siguen animando?

Dios nos bendice hoy con dos santos más declarados por la iglesia y con miles que pasan en el bendito anonimato. Paz y Bien.                                                                                  Jorge  E. Giraldo


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