Hermanos
del alma, del corazón de Jesús, de la iglesia, de la vida, del camino, del hoy,
del ayer y de la eternidad. Dios nos regala un ejemplo para la santidad que
todos nosotros conocimos.
Él
me regaló un bálsamo a mi corazón en el camino hacia la decisión (por
misericordia) de ser un cristiano católico. En el momento de su muerte, como un
pagano más, no entendía los últimos momentos de su pontificado como una entrega
total, una donación de sí a la iglesia; lo vi como un apego enfermizo al poder
y el ejemplo fehaciente de lo que hace la ambición en los hombres. Hablo de
Juan Pablo II. Hoy, santo. Doy gracias al Dios de la vida por regalarme un
corazón nuevo y una mente nueva. Quiero compartir con ustedes hermanos el
sentimiento que nos embarga a todos (que es tal vez lo que mejor puedo
compartir).
No
sé de teología, no sé de filosofía. Siento al Señor crucificado y resucitado en
mi corazón. No lo entiendo. He aprendido a contar con palabras, discursos
bonitos, imágenes lo que nuestra madre iglesia explica tan bien: a los
descreídos, a los ateos, a los que creen y lo entienden menos que yo (o el
acontecer de su vida los ha ido enfriando en aquello que un día fue fascinación
pero como la parábola del "sembrador" cayeron en pedregales,
donde no había mucha tierra; y brotaron pronto, porque no tenían profundidad de
tierra; pero salió el sol y se quemaron; y porque no tenían raíz, se secaron).
Evangelizar es todo lo que mi ser puede pensar, soñar, crear, creer y sentir.
Trabajar por la dignidad del ser humano. Porque somos dignos de existir a pesar
de lo que nos cuenta la historia de la condición humana. Tenemos un Dios que nos
amo y nos ama en esperanza. Nos conoce y, aún así, espera de nosotros
(escribiendo esto inevitablemente sale una lagrima. Les dije que iba a compartir
lo que siento). Esto, como infinidad de veces lo hemos escuchado, no da
espera. Esa llama que arde en ustedes y que hoy los lleva a ser lo que son
sueña con no extinguirse jamás. Alumbrar es el único destino de ella. Dios nos
llamó para que esa llama encienda a otras y nos haga vivir la felicidad
haciendo felices a otros. La iglesia es la hoguera donde mi llama sueña crecer.
Ustedes son la iglesia viva. Hoy hay resurrección y hay esperanza. Alguna vez
le escuche decir a un amigo: “Esperanza es una espera que avanza.
Karol
Wojtyla (San Juan Pablo II) es un hombre, como lo fueron innumerables santos y
santas; inspirador, encantador, carismático, cercano… Nos enseñó la humildad y
la dulzura a través de su mirada; el trabajo a través de sus manos y el amor a
través de su apertura y entrega.
Hoy
no solamente celebramos un acontecimiento solemne. Celebramos una forma más en
que Dios se manifiesta a los hombres y mujeres. Dios se glorifica en nosotros.
Sin los seres humanos no habría consciencia de la gloria de Dios ¿Quién puede
dar gloria al Creador sino el hombre?
¡Sí
se puede hermanos! Dejemos que la acción de Dios nos cobije y nos mueva.
Alguna
vez leí una oración de San Vicente Palotti, con ella quiero terminar este
escrito:
“Señor
Jesús: en los momentos de fragilidad de cualquier hermano o hermana libéranos
de actitudes de autosuficiencia, de cualquier forma de “puritanismo” y del
temor de mancharnos las manos, como muchas veces te las manchabas Tú. Haz que podamos ser redes de protección y
solidaridad, poniéndonos al lado de cualquier persona como simples
compañeros de viaje. Ciertamente no podemos resolver la triste realidad de
nuestros hermanos y los distintos dolores de la vida, pero podemos hacer juntos
una porción del camino, conscientes de estar también nosotros cargados de
fragilidad e igualmente necesitados de tu benévola misericordia y ternura de
Padre”. Amén.
Gracias
a Dios por la vida de los santos y santas. Gracias hermanos porque en mi arde
el deseo de ser uno ¿Cuánt@s más se siguen animando?
Dios
nos bendice hoy con dos santos más declarados por la iglesia y con miles que
pasan en el bendito anonimato. Paz y Bien. Jorge E. Giraldo
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