Enero es un mes para retomar. Muchos de nosotros
hemos tenido espacios de vacaciones que llegaron a su fin y empezamos de nuevo
nuestras labores. Por otro lado, el inicio del año en sí mismo, se constituye
en una manera de retomar la vida, los propósitos, los retos cotidianos. Sin ir muy lejos, cada lunes al inicio de
semana retomamos el ritmo laboral. Pensemos en esa experiencia del lunes.
Quizá los lunes, así como todas las
formas de retomar, resultan difíciles.
El fin de semana entramos en un ritmo diferente, un poco apartado de las
carreras y estrés. Es un estado de descanso y compartir en familia, entrar a un
nuevo orden cuesta. Pasa el día terminamos cansados y ya el martes es otra
cosa, estamos dentro de la lógica de la
semana. Pero, ¿ocurre también esta
dificultad de retomar en los asuntos de la fe?, ¿Qué podría significar retomar
la fe?
Con cierta regularidad y según diversas
circunstancias de nuestra vida perdemos el ritmo de nuestra fe, podemos verlo
evidenciado en la ausencia de oración o de vida sacramental. Extrañamos
momentos pasados en los que vivimos fuertes encuentros con Jesús. Queremos
volver a Él , pero no resulta fácil “retomar”. Pasa como cuando no se ha hecho
deporte en mucho tiempo y se quiere hacer una rutina, es todo un proceso y hay
que regresar paso a paso. Lo bello es que nos sentimos llamados por el Amado,
invitados, siempre esperados, esa es nuestra gran esperanza.
Quisiera compartir con ustedes dos
maneras de retomar que en mi vida de fe han sido muy significativas:
La primera es el rezo del rosario. Esta oración sencilla, repetitiva, en la que yo no expreso mis propias ideas o palabras, sino que me permite ir penetrando poco a poco un misterio, entrando en un ritmo, un arrullo espiritual, me ha sostenido y tendido un puente en aquellos momentos donde yo no tengo muchas palabras o disposición. He probado que María me ayuda a regresar a Jesús, me acompaña a retomar, me anima. Es un nuevo punto de partida.
La segunda forma de retomar es visitar a Jesús en el sagrario. He tenido la experiencia de tener el corazón frío, seco y acudir a Jesús, nuevamente sin palabras, a veces con muchos pensamientos agolpados y solo estar frente a Él, sabiendo que solo por estar ahí, porque esta verdad es fruto de mi experiencia, ya estoy regresando. Es como si yo hiciera el esfuerzo de regresar tan solo llegando allí, pero Jesús hiciera el camino difícil por mí. Sé que llegando a sus pies en el sagrario, así no sienta, así no vea, he empezado a “retomar” .Una palabra de ánimo para todos los hermanos que perdieron el ritmo y hoy esperan regresar ( Lc 15, 20).
La primera es el rezo del rosario. Esta oración sencilla, repetitiva, en la que yo no expreso mis propias ideas o palabras, sino que me permite ir penetrando poco a poco un misterio, entrando en un ritmo, un arrullo espiritual, me ha sostenido y tendido un puente en aquellos momentos donde yo no tengo muchas palabras o disposición. He probado que María me ayuda a regresar a Jesús, me acompaña a retomar, me anima. Es un nuevo punto de partida.
La segunda forma de retomar es visitar a Jesús en el sagrario. He tenido la experiencia de tener el corazón frío, seco y acudir a Jesús, nuevamente sin palabras, a veces con muchos pensamientos agolpados y solo estar frente a Él, sabiendo que solo por estar ahí, porque esta verdad es fruto de mi experiencia, ya estoy regresando. Es como si yo hiciera el esfuerzo de regresar tan solo llegando allí, pero Jesús hiciera el camino difícil por mí. Sé que llegando a sus pies en el sagrario, así no sienta, así no vea, he empezado a “retomar” .Una palabra de ánimo para todos los hermanos que perdieron el ritmo y hoy esperan regresar ( Lc 15, 20).
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